La semana pasada se
abrió la discusión en el mundo político por la aprobación en la Comisión de
Trabajo de la Cámara de Diputados del proyecto de ley que propone bajar la
cantidad de horas laborales a 40 semanales. Siendo un tema que afecta a tanta
gente, el tema no quedó solamente en el ámbito legislativo sino que se trasladó
hasta los hogares de Chile, donde el número de horas trabajadas es sin duda un
tema sensible.
Los argumentos
fueron de lo más esperado, tanto a favor como en contra del proyecto. Mientras
la diputada Camila Vallejo, quien presentó el proyecto, centró su argumentación
en que es una política pública que permite a los trabajadores desarrollarse
mejor, en el gobierno criticaron la idea argumentando que la visión es
simplista si lo que se quiere es mejorar el mundo laboral de los trabajadores
del país.
Con todo, se trata
de un proyecto que viene a pisar el que venía enarbolando el Gobierno, aquel de
las 180 horas mensuales que podían ser distribuidas según la conveniencia de
cada trabajador. Presentado en bloque y luego separado en partes, ese proyecto
quedó en discusión y hoy tiene encima la propuesta de la diputada Vallejos, que
al ser más simple para la opinión pública quizás terminará teniendo más apoyo.
Así, probablemente
la agenda del Gobierno será en adelante tratar de bajar un proyecto que puede
opacar el propio. Y en la oposición el intento será por tratar de enarbolar,
como hace tiempo no lo logra, algún sentir ciudadano.
Lo que se extraña es una discusión minuciosa sobre la forma como llevar
adelante una reforma de ese tipo. Siendo las pequeñas empresas las que dan gran
parte del trabajo en el país, es urgente ver cómo financiarían la rebaja de
horas. Sobre todo si deben esperar hasta 90 días por el pago de sus facturas.