Motitas de algodón

Recuerdo esa navidad, quizás porque fue la primera que se celebró como tal. Porque antes de esa vez, la Navidad - con árbol, con la espera del pascuero, con obsequios y con una cena especial - no se festejaba así.

Pero esa vez, a fines de los 70, mi mamá - la Elvira - dijo que algo se haría después que mis hermanos mayores - Gaspar y Luisa - llegaron con las manos vacías en la repartición de regalos que la municipalidad de mi pueblo organizaría. Tenían 6 y 7 años y viajaron solos a la ceremonia que se realizaba en el estadio con la esperanza de recibir un obsequio que, al final, seguramente otros niños se debieron haber llevado.

Pero como en casa la Navidad no se celebraba ni con árbol, ni con pascuero, ni con obsequios ni con cena, no había nada para decorar aquel primer pino que fue cortado especialmente para la ocasión. Ninguna bola fulgurante, ni guirnaldas ni luces de colores ni estrella brillante para poner en la punta.

Solo motas de algodón y unos caramelos con envoltorios de colores sirvieron de decoración, los que con mi hermano distribuimos entre las ramas con especial dedicación. Para el final dejamos la colocación de estrella de papel de nuestra propia confección. A falta de un pesebre con el Niño Dios, María, José, los Reyes Magos y los animales, añadimos nuestros pocos juguetes que limpiamos y lavamos para la ocasión, costumbre que en los años siguientes se repitió.

Para las navidades siguientes, nos regalaron unos adornos de cristal, se compraron luces y tuvimos una estrella de Belén con brillos plateados.

Pero aunque era muy chico, recuerdo esa primera navidad - porque fue la primera en verdad - en que el árbol fue decorado por dos niños con motitas de algodón.