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Iberia

por La Tribuna

Iberia / Archivo La Tribuna

Los últimos meses de Deportes Iberia han sido de novela. Azarosos, contradictorios, muchas veces al borde de la tragedia. En los más de 90 años de historia del club, más de la mitad de los cuales han ocurrido por la zona de Los Ángeles, parecía que este 2023 se encaminaba definitivamente hacia el final de sus días.

Los anunciados cambios de principios de año en la conformación del directorio debido al arribo de nuevos socios, abría las expectativas que el club daría un giro en la forma en que se estaba administrando, siempre en la perspectiva de volver a pelear el ascenso a la primera B. Sin embargo, todo se enredó a poco andar cuando uno de los financistas más importantes desistió de la operación en el último minuto, ocasionando un verdadero terremoto dentro de la institución azulgrana.

Lo que vino en los meses siguientes fue la búsqueda frenética de nuevos inversionistas que estuvieran dispuestos a aportar capital para responder frente a lo más urgente: los sueldos de jugadores y plantel técnico, y los gastos por concepto de viajes y hospedaje, además de las boletas de garantía exigidas en la categoría. En definitiva, se trataba de conseguir un balón de oxígeno que otorgara la posibilidad de respirar en medio de un panorama definitivamente asfixiante.

Paradojalmente, el rendimiento del equipo ha sido más que aceptable. Pese al oscuro panorama que rodeaba a la azulgrana en lo dirigencial, el plantel se hacía respetar en casa de manera contundente y en varios estuvo ad portas de rozar buenos resultados en sus salidas a otras ciudades.

Sin embargo, la resta de puntaje por los incumplimientos en la entrega de la boleta de garantía fueron confinando al equipo al fondo de la tabla de posiciones, demasiado cerca del descenso a la tercera división (de lo contrario, el club ahora estaría saludablemente instalado en la parte alta de la tabla).

Todo apuntaba a que sería el fin de Iberia. El mutismo de sus controladores tampoco ayudaba a aclarar las aguas sobre el momento institucional ni llevaba tranquilidad a los hinchas que veían que los días pasaban sin que surgiera una luz de esperanza. Algunos anuncios de tratativas inversionistas - incluso del extranjero - irremediablemente naufragaban.

Pero algo de luz se está viendo hacia el final del túnel. En este momento de desesperación, quizás el peor en la historia azulgrana, han surgido interesados en salvar el club. Más que inversionistas, se trata de seguidores de la azulgrana que comprenden la necesidad de mantener a Deportes Iberia en la Segunda División del Fútbol Profesional.

Quizás la experiencia reciente sea el acicate para la institución no solo se sostenga en la categoría, sino que permita soñar con ascensos, triunfos y campeonatos. Hace un par de décadas, Deportes Ñublense, en la vecina Región de Ñuble, vivió una crisis similar o peor. También se conjeturó con el fin de sus días por la debacle económica que lo asolaba. En una situación in extremis, un grupo de socios encabezados por Sergio Zarzar tomó ese "fierro caliente", se hizo cargo del club e inició una agresiva campaña para reclutar auspicios que le han permitido volver a la Primera División y, en el último tiempo, disputar torneos internacionales. Si los vecinos pudieron hacerlo en su época más difícil, por qué no puede suceder lo mismo con Iberia en este momento. Es cuestión de proponérselo y lograrlo. El club bien se merece una nueva oportunidad.

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