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La Tribuna

Desolación y esperanza

por La Tribuna

El panorama es desolador. Nuestra Región del Biobío está viviendo una de sus peores tragedias en las últimas décadas. Los datos – que son preliminares porque lo más probable es que se incrementen - sirven para demostrar la magnitud de lo ocurrido desde el jueves de la semana pasada: 14 fallecidos, 320 viviendas destruidas y más de 136 mil hectáreas.

De ese total, nuestra provincia es parte de una emergencia mayúscula. De las cifras de daños preliminares, lo más lamentable sin duda son las cuatro fallecidos en medio de los incendios forestales (tres en Nacimiento y uno en Laja). Las casas arrasadas por las llamas superan las 200, la mitad de las cuales se situaban en la zona rural de la comuna de Nacimiento, que también concentra el grueso de la superficie afectada.

Pero las consecuencias no se remiten solo a ese territorio. Yumbel, Mulchén, Laja, Quilleco, Los Ángeles y Cabrero suman cerca de un centenar de viviendas destruidas. Son decenas de familias que perdieron todos sus bienes y que ahora están en la más completa incertidumbre respecto de su futuro.

Las consecuencias económicas, aunque no han sido dimensionadas, son brutales. Cientos de pequeños campesinos quedaron de manos cruzadas porque perdieron la totalidad de ganado y sus cultivos.

Como una pesadilla sin fin, que se inició en la tarde del jueves de la semana pasada, se suceden las emergencias con decenas de alertas de evacuación debido al rebrote de focos de incendios o el surgimiento de nuevos focos de siniestros.

Aunque se ha hecho un esfuerzo importante, incluso con ayuda internacional, para tratar de contener el avance de las llamas, parece que mientras estén las condiciones de altas temperaturas y baja humedad del ambiente, no existe posibilidad cierta de frenar la ocurrencia de incendios forestales.

En los siniestros de 2017, las emergencias se iniciaron a mediados de enero y se prolongaron hasta la primera quincena de febrero. Fueron más de 20 días en que parecía que la devastación no tenía manera de detenerse.

En ese contexto, aunque estamos lejos de dejar atrás esta historia de horror, ya se debe estar trabajando para que ayuda a los damnificados debe ser pronta y efectiva. Hay escuelas destruidas y puentes quemados que deben reponerse a la brevedad. La infraestructura es fundamental que se rehabilite lo más pronto posible.

Una vez que se tenga un catastro pormenorizado, el Estado –de la mano de las empresas, instituciones y sociedad civil - debe tender su mano con generosidad para superar este trauma lo antes posible, reconstruyendo viviendas en calidad y dignidad para sus moradores. También debe efectuar un vasto plan de intervención de salud, especialmente en materia de salud mental, para que los afectados puedan superar el trauma vivido. Además, deberá haber un apoyo sustantivo para que los pequeños campesinos retomen sus actividades de la misma manera o mejor. Porque nos levantaremos, porque eso es lo que debemos hacer, pero hacerlo bien, de manera efectiva y pronta. Solo así se podrá superar semejante devastación.

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