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Vacunación en Alto Biobío

por La Tribuna

La comuna de Alto Biobío es la que tiene las cifras de vacunación contra el Covid-19 más bajas respecto a su población, no solo en la provincia y la región. En la revisión de los datos del Departamento de Estadías e Información de Salud (DEIS), ese territorio cordillerano de nuestra provincia está dentro de las tres comunas a nivel nacional cuyo porcentaje de inoculación no supera al 33% de los habitantes con ambas dosis para lograr la efectividad necesaria.

El dato trasunta una situación de suyo preocupante, más aún cuando se trata de una zona de alta vulnerabilidad social (el 60% de la población vive en condición de pobreza multidimensional) y que, además, ha sufrido brotes importantes de la enfermedad en varias ocasiones.

Esos episodios han generado una cuota importante de inquietud respecto de lo que representa el brindar ayudar a aquellos casos de pacientes graves que se puedan producir en las áreas más apartadas de la cordillera, demasiado lejos de los recintos de salud de mayor complejidad para recibir atención oportuna.

Se podrá entregar el argumento de la distancia y la condición de virtual aislamiento que sufre Alto Biobío. No en vano suele suceder que las lluvias y las nevadas de la temporada de otoño y primavera cortan los caminos y dificultan el acceso a las comunidades pehuenches situadas en los cajones cordilleranos, por los ríos Queuco y Biobío.

Sin embargo, cruzando al otro lado del río Biobío se encuentra la comuna de Lonquimay, en la región de La Araucanía. Tiene los mismos componentes de pobreza, aislamiento y composición étnica de sus habitantes. En la revisión de las cifras del DEIS, la comparación es elocuente: su nivel de vacunación con las dos dosis en su población llega al 62,1%, prácticamente el doble de lo que se registra en Alto Biobío.

Es decir, el argumento de la distancia y el aislamiento para explicar lo que sucede en ese territorio de nuestra provincia, no es tal. En consecuencia, ciertamente que se trata de la capacidad de gestión y voluntad de las autoridades -comunales, regionales y sectoriales- para responder a una contingencia de esta magnitud, más aun cuando se conocen a priori las condiciones de esa zona cordillerana.

Si a poco andar se notaba que el avance de la campaña de vacunación en Alto Biobío iba a un ritmo más lento que en las demás comunas de la provincia, se debieron articular las acciones necesarias para propiciar una pronta recuperación del tiempo perdido. Más aún cuando se conoce que las condiciones atmosféricas en la época de lluvias podrían suponer una dificultad mayor al proceso de inoculación.

Si ello implicaba la inyección de recursos adicionales para contratar profesionales y medios logísticos, se debió haber hecho sin dilación.

Salvaguardar la vida de las personas, especialmente de aquellas que viven en condiciones de mayor vulnerabilidad, como los habitantes de Alto Biobío, es una obligación y no se deben escatimar en gestiones y recursos para hacerlo posible. Y ahora, aunque se observa demasiado lejano, se debe trabajar de manera decidida para cumplir esta meta en ese territorio cordillerano de nuestra provincia de Biobío.

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