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Trazado fatídico

por La Tribuna

En poco menos de un mes se cumplirán 16 años de uno de los hechos más luctuosos que ha vivido la provincia de Biobío. Un episodio triste en que solo el tiempo ha permitido morigerar, en parte, ese dolor tan profundo.

La tragedia de Antuco, ocurrida el 18 de mayo de 2005, es el recuerdo brutal de cómo una serie de decisiones irresponsables y desafortunadas desembocó en un horror mayúsculo que acabó con la muerte de un grupo de soldados inexpertos y de un sargento segundo, mientras realizaban lo que debería haber sido un simple ejercicio de marcha de retorno entre dos refugios cordilleranos.

El incidente es una huella profunda e indeleble que nos retrotrae a las primeras horas con informaciones imprecisas y erróneas sobre lo ocurrido, de la creciente incertidumbre en las familias que aguardaban en el gimnasio del regimiento local, de la búsqueda que se prolongó por más de 50 días hasta encontrar el cuerpo del último soldado que estaba atrapado en la nieve profunda.

Por eso, cada vez que se aproxima mayo, la tragedia de Antuco se vuelve a hacer visible en nuestra memoria colectiva emotiva porque se reviven aquellas jornadas dolorosas y las profundas emociones por todo lo ocurrido en aquella fatídica ocasión.

Justamente, esa consideración y respeto hacia el dolor de los parientes de los fallecidos están teniendo el Ministerio de Obras Públicas (MOP) y la empresa encargada del estudio de ingeniería para pavimentar los 56 kilómetros del camino entre la localidad de Abanico y el paso fronterizo Pichachén.

Se trata de un análisis técnico pormenorizado, cuyo propósito es definir el tipo de obra a ejecutar, los lugares que atravesará y los montos que implicaría, de tal manera que en la futura licitación para su ejecución se tomen en cuenta los parámetros y condiciones para una inversión que superaría los 250 millones de dólares.

En función de ese trabajo, desde fines de 2019 que los representantes de la empresa y del MOP se han reunido con la directiva de la agrupación de familiares de los fallecidos para explorar la mejor opción posible, respetando el punto de vista de los familiares de las víctimas de Antuco.

Porque de los 56 kilómetros que considera el trazado del camino internacional hasta Pichachén, en un tramo de 10 kilómetros es donde se encuentran los cenotafios o recordatorios que marcan los puntos en que fueron hallados los cuerpos durante la prolongada búsqueda.

La gran mayoría de dichos recordatorios se encuentran situados a un costado de la ruta, a la vista de todos quienes circulen por ese tramo del camino.

La idea de las reuniones es analizar la posible reubicación de los cenotafios, aunque los parientes de los fallecidos plantearon una condición: que sigan siempre a la vera del camino, no solo para sus familias, sino para que también sean observados por las personas que transitan por esa zona.

Porque la idea, al final, es mantener vivo el recuerdo de los 44 soldados y el sargento segundo que murieron el 18 de mayo no solo en quienes son sus deudos, sino como un recordatorio permanente de un hecho tan fatídico que no debe volver a ocurrir.

En ese marco, es valorable que se tomara la determinación de escuchar las voces de los parientes de los fallecidos para explorar la mejor alternativa que respete ese profundo dolor que está radicado no solo en los familiares, sino que en una comunidad entera.

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