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Antonio Casarín Manzán

por La Tribuna

Corría el mes de marzo del año 2014 cuando la hermosa parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro estaba inusualmente atiborrada de fieles. Aunque la misa duró poco menos de dos horas, nadie se movió de su lugar para ser parte de un hito en el sacerdocio local: los 50 años de la ordenación del padre Antonio Casarin Manzán (Q.E.P.D.).

Esa fue una de las tantas demostraciones de reconocimiento y aprecio que ese año se le prodigó en la zona al reconocido sacerdote oriundo de la localidad italiana de Vesnadello, cercano a Venecia, y que era parte de la Congregación Pequeña Obra de la Divina Providencia, conocida como Obra Don Orione.

De ahí que su imprevisto deceso ocurrido ayer en la capital a los 84 años de edad, a consecuencia de un infarto cardiaco, golpeara a la comunidad local que conoció y apreció su empeño, decisión y valía para llevar adelante la tarea de ayudar a los más desvalidos de la sociedad, en este caso, a los adultos mayores.

Es que el padre Antonio -a quien se le concedió la nacionalidad chilena por gracia en 2002 en mérito de su trabajo en todos los lugares donde ejerció su ministerio en el país- dejó una huella imperecedera en la comunidad angelina, cuya obra mayor fue la dirección y consolidación del hogar de Ancianos Don Orione, recinto que en la actualidad atiende a más de un centenar de adultos mayores, el 70% de los cuales se encuentra en condición de postrados.

Es que cuando en 1979 asumió la dirección del hogar de adultos mayores -que se había fundado dos años antes -, se atendía a solo 10 personas. Al cabo de una década, gracias a sus permanentes gestiones a todo nivel, fue capaz de ampliar la edificación para multiplicar por 10 la capacidad del recinto que se esmera de atender de la mejor forma posible a los hombres y mujeres en la última etapa de sus vidas. Es que en esa época no existía ese tipo de opciones para apoyar a ese grupo etáreo y los abuelos debían sufrir muchas veces en abandono y la desatención.

Esa labor marcó la primera etapa en la zona del padre Antonio Casarin, quien permaneció en ese puesto hasta 1990, año en que es trasladado a Rancagua para asumir mayores responsabilidades dentro de la Congregación de Don Orione. Sin embargo, y para dicha de la comunidad local que conoció de sus cualidades personales, retornó a Los Ángeles en el periodo comprendido entre 2000 y 2013, años en los que consolidó la presencia del hogar en su entorno.

Poco conocido pero muy destacable fue su decidida acción para restaurar la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, recinto que estuvo por años en precarias condiciones a raíz del terremoto de 1960. Con el apoyo de los arquitectos Cristina Suazo y Ronald Ramm, pudo devolverle el esplendor del recinto al punto de ser catalogado como edificio patrimonial y uno de los pocos que se mantiene en pie desde su construcción, a fines del siglo XIX.

En 2014, la celebración de los 50 años de sacerdocio coincidió coincide con su despedida de la provincia de Bío Bío, en un hito marcado por gestos de agradecimiento, emociones y símbolos que dan cuenta de su trabajo en la zona

En este año, marcado por la emergencia sanitaria debido a la pandemia del coronavirus, muy probablemente no se puedan realizar las justas despedidas multitudinarias que se merece el padre Antonio. Sin embargo, en nuestros corazones tendremos la certeza que su incansable labor estará por siempre en nuestros recuerdos y nuestras acciones de un hombre que siempre procuró hacer el bien, especialmente a quienes más lo necesitaban.

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