Conectividad en tiempos de Pandemia

El ministro de

Educación anunció ayer la continuidad de la 

suspensión de clases durante las dos primeras semanas de abril, y el

adelanto de las vacaciones de invierno las dos siguientes, con el fin de evitar

la propagación del virus, que ya suma más de mil 100 contagiados en Chile, y

tres fallecidos.

En concreto, al

menos durante abril, millones de estudiantes en todo el país, continuarán en

sus hogares bajo la modalidad -algunos- de telestudio.  Digo algunos porque si bien se han abierto

una serie de opciones no presenciales para seguir avanzando en los objetivos

educacionales y planes de estudio, poco y nada se conoce respecto a una

situación que no deja de ser relevante. 

¿Cuántos de nuestros estudiantes están realmente conectados?  ¿Cuántos siquiera cuentan con un computador

en casa o servicio de internet? Y ¿Qué pasa con aquellos que viven en sectores

rurales o más alejados?

Cada día

proliferan más los videos y comentarios de muchos y muchas que se están subiendo

al carro de la tecnología, teletrabajando y subsanando los embates del

aislamiento social, gracias a internet y las redes disponibles.  Pero, ¿es una realidad masiva?

Claramente, el

sensor social dice que no.  Son muchos,

por no decir la mayoría que no tienen la opción del teletrabajo, simplemente

por no contar con los recursos tecnológicos necesarios, o vivir en sectores

alejados.  Y son más aún, los niños,

niñas y jóvenes que tal vez verán mermado su proceso de enseñanza a causa de su

falta de conectividad.  Es ahí, donde hay

que poner foco, porque esta pandemia no puede ser causante además del tema

sanitario -prioritario por cierto- de desigualdad educacional.  

La evolución del

virus es incierto, y el tiempo que transcurrirá para que la masa de estudiantes

vuelva a las aulas es aún una incertidumbre. 

Lo que sí es una

realidad concreta, es que la conectividad, hoy un bien preciado, no es

beneficio de la inmensa mayoría.