Unidad fragmentada

Durante las últimas dos semanas se han escuchado llamados a la unidad tanto de los grupos políticos que lideran los destinos de nuestra nación como de sus antagónicos e incluso miembros del Congreso chileno.

Llama la atención ese concepto ya que etimológicamente el termino unidad es procedente del latín “Unitas” y está definido como todo aquello que se presenta de manera homogénea, compacta, algo que no permite la división ya que significaría la deformación de su esencia.

Por lo tanto, en una coalición oficialista que claramente está fraccionada, con divergencias profundas en los valórico, además de intereses distintos en el trabajo con la comunidad, e incluso no ausencia de voluntad para alinearse detrás de su líder más importante: el Presidente de la República. Es casi imposible visibilizar en el horizonte acciones para tender a articular la unidad tal como la ostentaban hasta obtener el poder político.

Lo mismo está ocurriendo en la vereda opuesta. Ante uno de los proyectos emblemáticos del gobierno la oposición comenzó a disgregarse, ya que no fue capaz de sostener los acuerdos y el trabajo realizado para “combatir” el proyecto tributario. Esto produjo un “dolor”; con ese concepto se disfraza lo que es un quiebre político que se ve muy distante de lo que es la unidad.

Todo lo anterior es preocupante para el ciudadano común, porque finalmente somos nosotros lo que salimos perdiendo de esta ausencia de “unidad” y pagamos los platos rotos de un inexistente trabajo para lograrla.

¿No será mejor acuñar el concepto de diálogo? Ya que abre mucho más las puertas para que en primera instancia se aprenda a debatir las ideas, para que se genere empatía con aquellos que somos quienes votamos, pagamos los impuestos y les entregamos la responsabilidad de administrar nuestro país. Una patria que es de todos, que la hacemos todos.