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La Tribuna

Vivimos en un país con altas posibilidades de fallecer en catástrofes y nos preocupamos de odiarnos y dividirnos

por Leslia Jorquera

 Vivir en un país con altísima posibilidad de desgracias naturales, nos debería hacer especiales y ejemplos de unidad. Pero lamentablemente, preferimos atacarnos y dividirnos por religión, política, sexo o cualquier razón, en vez de buscar nuestros puntos en común y ser felices.

 

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En una investigación elaborada por la asociación humanitaria alemana - Bundnis Entwicklung Hilft – comprobaron que las posibilidades de fallecer de los habitantes de este país a causa de desastres naturales, nos deja dentro de las 28 primeras naciones del mundo y segunda en Sudamérica, superado sólo por Guyana.

Este tipo de antecedentes analizado desde el punto de vista social, nos debería hacer igualmente diferentes como estructura y en nuestras relaciones humanas. Convivir con la posibilidad de terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, aluviones, derrumbes, olas de calor y frío, podría tenernos en una actitud ante el mundo totalmente distinta. Positiva. Como sociedad nuestra mayor preocupación debería ser alcanzar una plenitud, cargarnos de valores, de humanidad y respeto, pero nos equivocamos la mayoría del tiempo.

Lo que en verdad tenemos es una sociedad desinteresada y poco empática. Mientras los políticos se esmeran en mostrarnos su peor cara, creyendo que a todos los chilenos les interesa como se fustigan entre ellos, su rechazo crece aún más. Sin embargo, y lamentablemente, logran poner en la opinión pública sus mensajes cargados de divisiones. La izquierda no soporta a los de derecha y viceversa.

En otra muestra y sin ir más lejos en el tiempo, durante el terremoto de 2010, hubo algún atisbo de esperanza a nivel de la sociedad. Nos dimos cuenta que teníamos vecinos a los que no conocíamos en lo absoluto. Ni sus nombres, ni a qué se dedicaban. Más allá de la catástrofe, fue un momento muy humano para muchos, en donde se estrecharon lazos y dejaron de una vez por todas esas conductas como la de evitar el saludo. Pero ha pasado el tiempo y todo eso parece haber quedado atrás. Es como si nos gustara ser hostiles.

Vivir en un país con altísima posibilidad de desgracias naturales, nos debería hacer especiales y ejemplos de unidad. Pero lamentablemente, preferimos atacarnos y dividirnos por religión, política, sexo o cualquier razón, en vez de buscar nuestros puntos en común y ser felices.

Si dejáramos ese comportamiento de lado y lo extirpáramos de raíz, seríamos una sociedad mucho más sana. Si los políticos buscaran en verdad un territorio con mejor calidad de vida y más feliz, en vez de estar observando como destruir a sus oponentes, ese ejemplo llegaría al “pueblo”.

Somos un país demasiado pequeño. En otros lugares ni siquiera saben de nuestra existencia. Y nos gusta ahogarnos en problemas. Vivir y sobrevivir, se logra con una sociedad unida. Cansa mucho seguir así.

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