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Pánico y duda: el otro lado de las desapariciones

por Leslia Jorquera

Gonzalo Meller, periodista Diario La Tribuna.

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Gran conmoción ha causado la desaparición de tres mujeres en la región del Biobío. Darling Rioseco (20), Tamara Zurita (21) y Rosa Avaria (43), quienes eran intensamente buscadas por sus familias, amigos y rescatistas.

Sus rostros no sólo se vieron en los medios de comunicación, sino también en las redes sociales más populares donde la inmediatez tecnológica hizo que miles siguieran prácticamente en tiempo real sus casos, aportando con ellos.

Facebook, Twitter y WhatsApp, revolucionaron todo, incluso la búsqueda de desaparecidos.

Si antes los más cercanos empapelaban las calles con carteles, ahora también suben su foto a la red con la esperanza de que pueda surgir alguna pista que ayude a terminar con la incertidumbre.

Tal fue la fuerza de las redes sociales, que dos de ellas fueron encontradas por la policía en distintas ciudades del país y en buen estado.

La respuesta de por qué algunas escaparon o la verdadera historia de su desaparición, quizás nunca lo sabremos, pero sí es motivo de análisis la repercusión que generaron en la ciudadanía estos hechos.

Las tres desaparecieron en sólo 8 días y eso bastó para que se encendiera la alarma de todo el país. Todos querían dar con el paradero de estas mujeres o saber qué había pasado.

Sin embargo, no faltaron los “graciosos” que comenzaron a difundir audios en WhatsApp que daban cuenta de una supuesta banda delictual, que se trasladaba en vehículo y secuestraban niñas en las calles.

Este audio se divulgó tanto, que comenzó a generar una histeria colectiva. Andar por las calles ya no era seguro, hablar con otras personas menos, el pánico y la desconfianza se apoderó de las personas.

Esta situación continuó durante todos los días que estuvieron desaparecidas las mujeres. Cuando Darling apareció, se difundió que ella había sido secuestrada, drogada y retenida por unos individuos. Incluso, varios medios de comunicación cayeron, pero todo era completamente falso.

Tanto fue así, que la Policía de Investigaciones (PDI) y el intendente de la región del Biobío, Jorge Ulloa, tuvieron que salir a desmentir estas informaciones.

Esto no debería dejar una lección de vida. Más allá de perseguir a estos malintencionados que disfrutan con el dolor ajeno, es importante ser cautelosos con lo que compartimos en las redes. Es necesario no alimentar las mentiras ni rumores y evitar las especulaciones innecesarias sobre las circunstancias de las desapariciones.

Antes de compartir o escribir algo en redes sociales, hay que responder a una pregunta muy simple: ¿lo harías sí en lugar de un desconocido, se tratara de tu hijo o de tu hermano?

Aún falta dar con el paradero de Tamara, quien desapareció el 25 de septiembre en Chiguayante. La estudiante le contó a su madre que iría a leer a un parque cercano a la ribera del río Biobío.

Esperemos que estas malas prácticas en redes no entorpezcan y dificulten aún más la búsqueda de la joven de sólo 21 años o en el peor de los casos ocurra un hecho que lamentar por la desconfianza que generan estos audios en la población y una historia termine como el cuento clásico “Pedro y el lobo”.

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