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La Tribuna

Una complicidad incómoda

por Cristian Delgadillo Rosales

Si bien esta correcto que se exhiban estos casos para que no ocurran más, debemos aprender la lección y por sobre todo denunciar apenas ocurran estas situaciones, especialmente si somos testigos presenciales de actos contra otro más débil. Salir a hablar después, poco y nada sirve.

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Sorpresa ha causado en el mundo las miles de denuncias de acoso o abuso sexual en la industria de la televisión. Tanto en el mundo como en nuestro propio país, se ha comenzado a hacer denuncias respecto al comportamiento desmedido de directores, actores, conductores o productores que, utilizando su cargo y los sueños de las personas, cometieron actos repudiables.

Misma situación ocurre en algunos colegios o inclusive en la Iglesia, en donde el Papa ha tenido que poner especial énfasis en nuestro país ante uno de los escándalos más fuertes que se recuerde y que se calló por mucho tiempo.

Ahora bien, es curioso a lo menos escuchar a algunos que han pasado por la vida de los victimarios, ya sea por temas laborales, religiosos o sociales, declarar que “siempre tuvo esa conducta”, “lo vi comportarse así y nunca más trabajé con él” y tantos otros planteamientos que surgen post crisis.

¿Por qué no denunciaron antes? De las víctimas uno puede lograr entenderlo, pero quienes se encargaron de colocarse una venda en los ojos y hacer como que nada pasó para no hacerse problemas, son cómplices de estos hechos.  

Este tipo de situaciones no escapa de ninguna organización y lo correcto es adoptar todas las medidas para que no vuelvan a ocurrir.

Quizás quien lo está viviendo de manera más dura es la Iglesia. Esto, porque hay religiosos que han empañado la labor de cientos de sus pares que han entregado su vida al servicio de Dios. Estos individuos, hoy salen a la luz gracia a la valiente denuncia de niños, adultos y hasta de otros religiosos que han sido víctimas.

En la televisión ocurre lo mismo y quizás en ambos casos es altamente mediático, porque involucra a dos sectores –muy distintos entre sí– pero que están muy presentes en la sociedad.

Si bien está correcto que se exhiban estos casos para que no ocurran más, debemos aprender la lección y por sobre todo denunciar apenas ocurran estas situaciones, especialmente si somos testigos presenciales de actos contra otro más débil. Salir a hablar después, poco y nada sirve.

Atrevámonos a enfrentar la vida con lo bueno y lo malo. A celebrar las acciones positivas y a condenar aquello que se sale de toda norma. Es el único camino para ordenar la sociedad. Nuestro silencio también tiene algo de egoísmo y falta de empatía.

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