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La Tribuna

El peor momento de la DC

por Cristian Delgadillo Rosales

Usted, respetado lector, puede estar o no de acuerdo con la ideología de ese partido, pero de una cosa no cabe duda alguna: la acción de líderes como Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin han sido determinantes en la historia política de nuestro país. Sin embargo, de aquello queda poco. De esta manera, para evitar que sus integrantes continúen renunciando, la Democracia Cristiana tiene dos opciones: superar esta crisis o morir.

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Este fin de semana conocimos la renuncia de Soledad Alvear a la Democracia Cristiana, después de completar más de 50 años militando en ese partido.

La decisión de la ex timonel ocurre en medio de un éxodo no menor de personeros de la falange, gatillado principalmente por los resultados de la última elección presidencial.

En opinión de algunos, el partido que lideró la transición a la democracia en Chile está hoy en peligro de extinción y las razones parecen apuntar a lo mismo.

De hecho, el segundo punto de su declaración de principios indica: “Nuestras raíces se fundan en la tradición del humanismo y la doctrina social cristiana que desde fines del siglo XIX denunció las injusticias del mundo moderno, invitando a luchar por una nueva sociedad -distinta del liberalismo individualista y el socialismo marxista- a partir del mandato evangélico del amor al prójimo, expresado en los valores de la libertad, la justicia social y la solidaridad”.

Por lo visto, los ideales que fundamentan a la DC no han estado acordes en los últimos años con el actuar de todos sus líderes. Esto, puesto que a los más aferrados al partido jamás les acomodó gobernar con los comunistas y, lo que es peor, ni siquiera podían plantearlo en público.

Esta dicotomía estuvo presente incluso en la discusión sobre el aborto, donde senadores como Carolina Goic, Jorge Pizarro e Ignacio Walker votaron a favor, siendo que en la misma declaración de principios del partido se sostiene que “frente al llamado aborto terapéutico, postulamos que es innecesaria una legislación que abra las puertas a la definición desde el Estado acerca de cuáles seres humanos pueden existir y cuáles no”.

Considerando estos argumentos, podemos entender por qué la Democracia Cristiana no ha podido plantearse en el último tiempo como realmente postulan sus principios esenciales y, así, los intereses personales y de la Nueva Mayoría han impuesto los ideales de sociedad que ellos aspiran tener.

Claramente, en el actual escenario político, la Democracia Cristiana es el partido más golpeado y, para peor, la autocrítica al interior del mismo escasea bastante.

Quienes aún enarbolan la bandera de la falange no muestran unidad y menos coherencia en el discurso.

Usted, respetado lector, puede estar o no de acuerdo con la ideología de ese partido, pero de una cosa no cabe duda alguna: la acción de líderes como Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin han sido determinantes en la historia política de nuestro país. Sin embargo, de aquello queda poco.

De esta manera, para evitar que sus integrantes continúen renunciando, la Democracia Cristiana tiene dos opciones: superar esta crisis o morir.

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