Editorial

Sentido común: algo que se está perdiendo

Lo que hemos visto en los últimos meses más allá de lo delincuencial y anarquista de sus actos, es un reflejo de una pérdida de identidad, de respeto y tolerancia sin límites a la que hemos llegado.

Algunas definiciones de sentido común, indican que “son los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad  y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable”.

En la sociedad actual, este concepto donde admitíamos situaciones como “aceptables”, a medida que ha pasado el tiempo, se han evaporado. Hoy prima un egoísmo, desorden social, justificaciones mediocres y faltas a la verdad que tiene sumida a nuestra comunidad en su peor periodo en décadas.

Por ejemplo, el sentido común en nuestro país, nos invita a la reflexión que, al estar en democracia, cualquier persona tiene el derecho de manifestarse y luchar por las causas que considera justo, hasta ahí todo va bien. Sin embargo, validar que en manifestaciones se maten personas, como ocurrió en Valparaíso, se destruya un Cristo luego de saquear una iglesia, se ataquen agricultores y camioneros en La Araucanía o simplemente se instale el miedo a salir a la calle por temor a estas expresiones, no calza bajo ningún aspecto en el sentido común.

Cómo, por un lado, se puede condenar la violencia de periodos autoritarios de Chile, pero justificarla cuando ocurre en plena democracia y estado de derecho. Cómo se puede decir que la rabia o la frustración de un grupo de estudiantes, indígenas u otras raza, sexo o religión, llevó a que ocurran incidentes de deplorables consecuencias. Eso no puede ser. La violencia psicológica, física o contra las instituciones no puede tener argumentaciones que la validen, quien lo hace, simplemente no tiene sentido común.

El respeto por el territorio en que se habita, por su gente, por sus pares, el entorno, la naturaleza y la forma en que se desarrolla la sociedad, debe primar ante todo. Lo que hemos visto en los últimos meses más allá de lo delincuencial y anarquista de sus actos, es un reflejo de una pérdida de identidad, de respeto y tolerancia sin límites a la que hemos llegado. Nos estamos convirtiendo en incivilizados, escondidos tras la masa de una protesta o usando burdos comentarios en las redes sociales, ante la incapacidad de enfrentar a la cara a quien discrepamos. En algún punto de la historia, se extravió la empatía y el diálogo por el bien común. Debemos recuperarlo, de lo contrario destruiremos la sociedad que hemos construido en más de 200 años.  

Sin lugar a dudas que existen las causas justas, pero exigir derechos también implica deberes, es la parte que a un grupo de la sociedad no le gusta admitir. Para recibir soluciones o mejoras, se debe también aceptar reglas.

 

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