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La Tribuna

El patrimonio angelino en peligro de extinción

por Leslia Jorquera

Los Ángeles por ejemplo, jamás ha tenido un respeto en este sentido. Lo que antes era lugares ejemplares, estaciones de ferrocarril, parroquias, casas antiguas, hoy son supermercados, bancos o verdaderos galpones.

El patrimonio arquitectónico es un elemento cultural que habla de la historia, de la gente de la época y construye los pilares de las generaciones futuras. Un ejemplo claro es Roma, donde caminar por sus calles representa transitar por la historia universal. Algo similar es lo que se vive en París, Londres o más cerca, en Buenos Aires. Los elementos que permiten construir las épocas pasadas, son claves para describir y destacar a los responsables, los líderes o actores que permitieron el desarrollo. Sin embargo, en nuestro país, la provincia y Los Ángeles, esto dista mucho de desear.

Parte de esta responsabilidad es de las catástrofes naturales, que en nuestra historia marcada por terremotos, aluviones, erupciones y otras inclemencias del tiempo, no permiten mantener el patrimonio, pero sin duda alguna, los principales culpables de esta pérdida de historia, somos nosotros mismos.

Los gobernantes o autoridades poco y nada hacen para resguardar que la arquitectura e infraestructura propia de las ciudades, mantenga una identidad.

Los Ángeles por ejemplo, jamás ha tenido un respeto en este sentido. Lo que antes era lugares ejemplares, estaciones de ferrocarril, parroquias, casas antiguas, hoy son supermercados, bancos o verdaderos galpones.

Más que aprender de esto, la verdad es que la tónica se mantiene. Hoy se están realizando una serie de proyectos necesarios para habilitar oficinas y espacios para las dependencias municipales, algo que es imperativo lograr, sin embargo, lo que debería haber tenido un especial cuidado es el edificio Libertador Bernardo O’Higgins Riquelme, situado en la esquina de las calles Colón con Caupolicán, que está dando un triste espectáculo.

Estamos borrando la historia de la ciudad sin tomarle la importancia que debería. Estamos atentando contra nuestro propio patrimonio al permitir que estas cosas ocurran. Estamos pensando que el desarrollo es demoler y borrar el pasado. Así no se construye el futuro.

Respetar el patrimonio arquitectónico, cultural y social, deben ser tareas de los alcaldes y del gobierno. Para ello se deben realizar inversiones que permitan que los esfuerzos de una generación, se traspasen a las otras cargadas de simbolismos que hagan sentir orgullosos a quienes tienen el privilegio de nacer en estas tierras y por sobre todo a quienes la visitan.

En Concepción a fines de los 90, se optó por recuperar construcciones. Idea privada por supuesto. Así, por ejemplo, la tienda Johnson ubicada en el paseo peatonal penquista, fue recuperada con los planos originales. Incluso se incendió y fue reconstruida, luego se dañó seriamente con el terremoto del 27F y nuevamente fue levantada. Aprendamos de eso y cuidemos el legado que entregaremos a las generaciones venideras.

 

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