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La Tribuna

Crisis de confianza

por Cristian Delgadillo Rosales

Si vas por la calle mirando tu teléfono, aislado del mundo, te invitamos a levantar la vista, prestar atención a tu alrededor y volver a mirar a los ojos.

El título de esta editorial sugiere de inmediato el ambiente político que se vive actualmente en Chile. Sin embargo, en esta oportunidad, el presente análisis se dirige a las personas, al ser humano.

Vivir bajo el miedo a lo desconocido, al daño, a la tristeza y a la inseguridad ha provocado un evidente distanciamiento entre los individuos.

El bolsillo secreto entre las ropas para evitar un robo o el temor a decir algo que alguien pueda usar en nuestra contra son comportamientos integrados plenamente en la comunidad.

Si alguien ve las noticias en televisión o lee un periódico, podrá notar que las principales informaciones versan sobre hechos que generan más dudas, pero que no se pueden negar u ocultar.

No obstante, el medio informativo no es inmoral por mostrar lo incorrecto. La crisis actual no es responsabilidad de un periodista o un editor al presentar la realidad o mostrar las declaraciones de un tercero frente a un tema. Debe ser la sociedad la que erradique las malas prácticas, pues sólo de esa manera será posible mejorar la convivencia.

No se puede vivir pensando en que el colega, el vecino o incluso alguien de la propia familia está esperando que el árbol caiga.

La crisis de confianza se ha apoderado de todos, de las iglesias, de la política, de los dirigentes sociales, de los medios de comunicación y de las empresas. En definitiva, todos estamos en parte involucrados.

El inconveniente que acarrea esta actitud insegura es que una sociedad reprimida por la duda no surge, no se compromete y no confía en el futuro.

En este sentido, es necesario reflexionar en cómo recuperar la capacidad de mirar con tranquilidad y confianza la vida, evitar retraerse y repeler la misantropía.

Lamentablemente, en la vida moderna, la honestidad no es creíble y la maldad prevalece. Sólo la sana comunicación, acompañada de una reacción en cadena que invada todos los rincones puede salvarnos.

Este tumor maligno de la sociedad puede ser curable y el remedio somos nosotros mismos.

Biobense, estrecha la mano de tu vecino, saborea el calor familiar, preocúpate de realizar un trabajo auténtico.

Cuando uno actúa bien, las cosas se dan bien. Eso es así.

Si uno revisa las redes sociales, se dará cuenta que éstas se han transformado en el desahogo negativo de una comunidad frustrada, que no puede expresarse libremente en persona. Por lo mismo, la agresividad en las redes es signo de una fuerte desconfianza a ser tolerado.

Si vas por la calle mirando tu teléfono, aislado del mundo, te invitamos a levantar la vista, prestar atención a tu alrededor y volver a mirar a los ojos.

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