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La Tribuna

Vamos por buen camino, pero aún falta para la meta

por Gabriel Hernandez Velozo

Pensar que serán todos iguales es creer en una utopía, porque no es posible y nunca lo será, pero, pensar en una sociedad más cohesionada y que lucha por salir adelante entregando oportunidades sí que

La última medición de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, Casen, realizada por el Ministerio de Desarrollo Social en 2013 reveló que la situación de pobreza en la región de Bío Bío alcanzó un 22,3%, es decir, descendió 19% respecto al mismo estudio que se hizo en 2006. Para un país y una región que tuvo que lidiar con un terremoto, una crisis internacional y una serie de problemas sociales, la tendencia sigue siendo clara. En los últimos 20 años, cada vez más, se han ido reduciendo los indicadores que dicen relación a personas en condiciones precarias o de extrema vulnerabilidad. Sin embargo, hay que señalar que la tarea no está completa, menos en la provincia de Bío Bío. Las mismas autoridades locales han indicado que el desafío pendiente es mejorar las condiciones de acceso y, de alguna manera, poder hacerse cargo de la desigualdad, ese concepto que complica a muchos, porque no se hace realidad, pese a que está presente en cada discurso de todos los sectores políticos. En un estudio realizado por la Universidad de Chile en 2013, mismo año de la medición del Gobierno, se demostró que el 1% de las personas con mayores sueldos de todo el país concentró, como promedio, entre 2005 y 2010, el 32,8% de los ingresos totales (si se incluyen las utilidades retenidas) o el 30,5% (si se incluyen las ganancias de capital). Es más. En otros países donde se realizó la misma medición las cifras son sorprendentes, ya que son considerablemente menores respecto a este pequeño país. Mientras en Suecia se registra un 9,1%, en España 10,4%, Japón 10,9%, Alemania 12,1% y Canadá 14,7%, en Estados Unidos -el país más desigual del mundo occidental- la cifra llega al 21%, es decir 11,1 puntos menos que Chile. Complicado y vergonzoso, ¿o no, amigo lector? Para mejorar las cifras no sólo hacen falta oportunidades, sino también dignidad para las personas. Esa es una tarea que, más que el Estado proponga diversas medidas, debe conseguir motivar al sector privado para que gane menos en pro de que los trabajadores tengan más acceso. Pero, ¿cómo lograr esa motivación si el Estado es el peor empleador que hay? Muchos profesionales, alejados de temas políticos, destacados por sus pares, son ignorados en sus méritos cuando políticos quieren ubicar a sus secuaces. Claramente existen cargos de confianza, pero, más que la autoridad y su asesor directo, ¿qué tiene que ver el resto, si es capaz de cumplir con los procedimientos?... En el mismo tema, cientos de funcionarios son contratados a honorarios, perdiendo todas las garantías, derechos previsionales, vacaciones, etc. Y muchas veces trabajan en labores más duras que quienes se encuentran a contrata. Para motivar al mundo privado y continuar bajando las cifras de pobreza y desigualdad, el Gobierno o los gobiernos deben tener en cuenta que se debe predicar con el ejemplo. La dignidad de los trabajadores no se le puede exigir sólo a las empresas. Los actores públicos y privados deben caminar juntos por ello. Pensar que serán todos iguales es creer en una utopía, porque no es posible y nunca lo será, pero, pensar en una sociedad más cohesionada y que lucha por salir adelante entregando oportunidades sí que es una tarea que la sociedad tiene la obligación de alcanzar.

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