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La Tribuna

La historia del fracasado intento de robo a un cajero automático en Laja

por Juvenal Rivera Sanhueza

Fue una operación planificada en cada detalle para distraer la atención de la esmirriada presencia policial en la comuna papelera. Al menos tres grupos de delincuentes actuaron de manera simultánea y coordinada pero, al final, no lograron su propósito.

Robo cajero automático en Laja (3) /

Iban por un objetivo nada de despreciable: los 500 millones de pesos que fueron cargados en la tarde del martes en el cajero automático ubicado a metros del acceso principal de la planta CMPC en la ciudad de Laja.

Es que la máquina dispensadora - donde antes funcionó una sucursal del banco Bice - está situada estratégicamente para que los empleados de planta y subcontratados pasen a retirar efectivo. No en vano, el martes era 1 de diciembre y, como suele suceder en estas fechas, los sueldos ya estaban depositados en las cuentas desde el fin de semana.

Laja es una ciudad apacible que, en estos tiempos de pandemia, languidece incluso más temprano, a medida que empieza a cernirse la noche.

Sin embargo, durante poco más de media hora, los caminos de esa comuna fueron el escenario de un muy planificado y coordinado atraco, digno de un guión cinematográfico, cuyo propósito era apropiarse del dinero que estaba en ese cajero automático. No se midieron en recursos, como el robo de autos para instalar los señuelos que distrajeran a las fuerzas de Carabineros que, ciertamente, se remiten a un vehículo policial y un puñado de funcionarios. También consideraron bloqueos en todos los accesos a la comuna para impedir el arribo de posibles refuerzos.

Sin embargo, al final de toda esta intrincada maniobra, los delincuentes se fueron tal cual como llegaron: con las manos completamente vacías.

Acá está la historia.

EL PRIMER DISTRACTIVO

Cerca de las 10,30 de la noche, los conductores que circulaban por el camino entre Laja y la Ruta Cinco Sur observaron a un automóvil que estaba en una zanja, casi a punto de caer al río Laja. El lugar exacto era el puente Puente Perales, justo donde la vía dibuja una pronunciada curva y que suele ser escenario de accidentes de tránsito.

Por lo mismo, cerca de las 22,30 horas se avisó a carabineros de la Subcomisaría y a voluntarios del Cuerpo de Bomberos que raudamente viajaron los 18 kilómetros entre Laja y ese sector para socorrer a los posibles heridos.

Cuando llegaron, se encontraron con tres situaciones extrañas. No había ningún ocupante. Ninguno. Lo segundo era que el pedal del acelerador tenía amarrado un ladrillo para mantenerlo en movimiento. El vehículo, de hecho, estaba con sus llaves puestas y funcionando.

Después se sabría que ese Nissan modelo Qashqai completamente nuevo, que había sido robado ese mismo día desde San Carlos, en la Región de Ñuble. El contador de kilómetros registraba 114 kilómetros, que es la misma distancia entre la ciudad donde fue sustraído y el lugar donde apareció.

En el retorno de los equipos de trabajo, empezaron los problemas. Un carro de bomberos y un vehículo reventaron sus neumáticos. Otros seis automóviles particulares corrieron igual suerte.

El camino de vuelta estaba sembrado de miguelitos.

PUENTE HACIA LOS ANGELES

Mientras los bomberos y carabineros se encontraban con la inusual escena de un vehículo volcado, sin ocupante alguno en el puente Perales, en otro viaducto de acceso a Laja se producía una situación nunca antes vista.

Se presume que desconocidos, también a bordo de un automóvil, instalaban barricadas incendiarias en el puente Diuquín, el mismo que fue entregado hace poco menos de 20 años como parte de la ruta asfaltada que une Los Angeles con Laja por Millantú. Pero no se trataba de ninguna acción de protesta ni nada parecido porque también dejaron el camino lleno de miguelitos.

Se desconoce cuántos vehículos fueron afectados pero lo cierto es que el tránsito estuvo suspendido por varias horas antes que la ruta fue completamente despejada.

VEHÍCULO QUEMADO

Sin embargo, eso lo desconocían los voluntarios de Bomberos San Rosendo que iban a bordo de sus carro habían sido avisados que un auto ardía en el puente vehicular que los une con Laja. Iban como refuerzo porque sus pares de la comuna vecina estaban socorriendo a los ocupantes de un automóvil que había volcado en otro viaducto: el puente Perales.

En medio de la ruta se encontraron con una SUV de la marca Dodge, año 2018, que era completamente abrasada por las llamas. Sin embargo, cuando se acercaron con el carro, los neumáticos se reventaron. Solo la destreza del conductor impidió una tragedia mayor porque fue capaz de mantener la máquina en la ruta, evitando que se fuera contra las barandas y terminara en el lecho del río.

Los accesos al viaducto estaban tapizados también de miguelitos, tal cual como sucedía en el Puente Perales y en el Puente Diuquín, los otros dos accesos a Laja.

Los voluntarios igualmente llegaron hasta donde ese vehículo se quemaba y lo apagaron. Después se sabría que fue robado ese mismo día desde Tomé, en la vecina provincia de Concepción.

Hasta ese momento, la planificación delictual parecía estar funcionando a la perfección.

EL OBJETIVO

En medio de todo ese alboroto, un vehículo de color blanco llegó a toda velocidad y se estacionó en el acceso principal a la planta Laja de la CMPC, desde donde se bajaron varios hombres y uno de ellos le ordenó a los guardias de la fábrica que no se las dieran de héroes y que se fueran lo más lejos posible porque habría una explosión. Más atrás arribó una camioneta donde uno de sus ocupantes se instaló en el cajero automático con un balón de gas en sus manos. A través de una manguera, lo conectó con el dispensador y abrió el paso. Después de unos minutos, se produce una explosión, un estruendo profundo que se percibió en varias cuadras a la redonda.

Después que bajó la polvareda, los asaltantes descubren que el dinero sigue en su lugar, que todo lo hecho no logró superar el sistema interno de almacenamiento del dinero. Los 500 millones siguen en su sitio. Tanto para nada.

Rápidamente suben al automóvil blanco y emprenden la fuga por la calle paralela al estadio, dejando la camioneta en el mismo sitio.

Un vecino observaría que un vehículo del mismo color rompe unos portones de una salida lateral de la planta CMPC para perderse después entre las calles de las poblaciones cercanas. Claro, sin su propósito conseguido.

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