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La Tribuna

La odisea de retorno para las dos angelinas varadas en España y Estados Unidos

por Juvenal Rivera Sanhueza

Estrella Salazar y Javiera Morales vivieron la experiencia de la pandemia del coronavirus muy lejos del país, de sus familias, de sus hogares. Después de estar en la más completa incertidumbre sobre su retorno, finalmente pudieron embarcarse a Chile y de ahí hasta su tierra natal, Los Ángeles.

61, Javiera Morales /

Estrella Salazar y Javiera Morales no se conocen pero tienen mucho en común. Mucho más de lo que creen. Ambas son jóvenes, son estudiantes y son angelinas y viviendo una verdadero odisea cuando viajaron a un país extranjero.

Estrella vive en la población OHiggins y estudia el quinto año de la carrera de pedagogía en inglés en la Universidad del Biobío.

Javiera es del sector Las Delicias, al sur de la ciudad, y estudia ingeniería.

Las dos, a principios de este año, emprendieron viaje a tierras muy lejanas, ambas en calidad de estudiantes. La primera a Estados Unidos, a realizar una beca de pre-grado en una universidad en el norte de Estados Unidos, cerca de Nueva York. La segunda se fue a especializarse en ingeniería en una universidad en Vigo, en la región de Galicia, en el norte de España.

En muchos sentidos, viajar a otros países, conocer otras culturas, con idiosincrasias tan distintas, siempre será una experiencia enriquecedora, más allá de lo académico propiamente tal.

Y así lo era para ambas. Estrella podía practicar el inglés como nunca antes lo había hecho y someterse al rigor de otras formas de enseñanza, mientras que Javiera aprendía nuevos conocimientos y experiencias que, sin duda, le iban a ser útiles en su profesión.

Hasta marzo, todo iba bien. Era una experiencia soñada.

Lo que no estaba en los cálculos de nadie es que un virus surgido en un mercado en la desconocida provincia china de Wuhan iba a transformar el mundo que conocemos. Y trastocaría la vida de Estrella y Javiera que, durante casi tres meses vivieron la mayor de las incertidumbres.

Es que el avance del coronavirus, que ya ha dejado varios cientos de miles de muertos y algunos cuantos millones de contagiados, obligó a tomar medidas de confinamiento extremo como la cuarentena, el cierre de fronteras y la casi desaparición de los vuelos entre países.

Y ahí quedaron ambas, una en Estados Unidos y otra en España, viviendo la misma inquietud, el mismo desasosiego, la misma incertidumbre que se multiplicaba por cada kilómetro que estaban lejos de sus hogares, de sus familias, de sus seres queridos.

Con ellas hablamos vía Whatsapp hace poco más de un mes. Nos contaron de su preocupación por estar encerradas en sus departamentos, sin poder salir por el riesgo de contagio, solo teniendo contacto por mail o por teléfono con sus conocidos.

Porque la obligación de confinamiento limitaba cualquier gestión a un correo que les avisara que las gestiones estaban avanzadas o que había un avión de vuelta para que se embarcaran y dejar toda esa pesadilla atrás.

Javiera permanecía encerrada en su pequeño departamento, siguiendo las clases online, siempre atenta a los correos con alguna noticia salvadora, mientras que en España morían varios cientos de miles por el Covid-19.

Estrella lo hacía en un hogar universitario, de un entorno maravilloso, pero que tuvo que dejar a fines de abril porque se acababa la beca se residencia. Una gringa, de corazón generoso, la recibió en su casa mientras tanto.

EL RETORNO

Es fines de mayo y las gestiones por fin dan resultados. Después de decenas de correos y telefonazos al consulado, a la línea aérea, a la universidad, a todo aquello que pudiera servir para algo las dos reciben la noticia que esperaban con ansias: pueden volver a Chile.

La primera en embarcarse es Estrella que, después de tres combinaciones aéreas en terminales repletos de viajeros, por fin logra aterrizar en el aeropuerto internacional de Santiago.

Unos cuantos días después Javiera logra un cupo en un avión que repatrió a chilenos varados en España. No fue nada fácil: esperar por horas a todo sol que abrieran el aeropuerto, correr con las maletas por el aeropuerto para alcanzar y perder su equipaje en una de las tantas combinaciones.

Fue curioso. A su arribo al país, las dos se hospedaron en el mismo hotel sanitario, lugar dispuesto por las autoridades para que hicieran la cuarentena todos aquellos chilenos que retornaron al país.

No se conocían. Pese a que estuvieron una muy cerca de la otra, ellas no se conocieron tampoco. Cada una debió permanecer en su respectiva habitación con la total, estricta y absoluta prohibición de salir. Ahí les proporcionaron sus comidas del día y una botella con dos litros de agua mientras cumplían su tiempo de encierro forzado.

A LOS ÁNGELES LOS BOLETOS

Ayer, a Javiera le dieron la noticia que podía abordar un bus que la traería a Los Ángeles. ¡Por fin ponía término a su travesía! En una de las últimas conversaciones que tuvimos por Whatsapp, mientras estaba ya arriba de la máquina de pasajeros, lanzó un mensaje: por favor, respeten las medidas de prevención porque esta enfermedad de verdad que es fea. Lo viví en España en que la gente salía aterrada a comprar al supermercado. Si no tomamos las medidas correspondientes, vamos a terminar peor que ellos.

¿Y Estrella? Ella estaba algo triste. También le habían dicho que ayer podía abordar el bus rumbo a Los Ángeles. Pero a última hora le avisaron que deberá esperar un poco más, que recién podría ser el martes.

Al menos ya sé que el martes estaré en mi casa con mi hermana y mi sobrino y podré comer el pie de limón que tan rico le queda y el pancito amasado que ella misma hace. En la casa de toda mi vida, la que me hace recordar a mis padres y lo que la hace mi hogar, nos escribe a modo de genuina conformidad.

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