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La Tribuna

Un ejemplo de reinserción tras décadas en la cárcel

por Leyla Bascur

Juan Carlos Valdebenito y Elice Muñoz hoy viven en la calle, duermen en hospederías y refugios, pese a ello todos los días buscan desesperadamente que alguien les tienda una mano para arrendar un sitio o una casa con el objeto de seguir trabajando en su oficio de mueblistas.

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Diario la Tribuna conoció la historia de este par de amigos en el refugio Código Azul de Los Ángeles, dispositivo gubernamental creado para proteger a personas en situación de calle. Destacaban inmediatamente al observar en ellos una cuidada apariencia, amabilidad y optimismo. Personal del recinto nos comentó parte de su caso, ambos se conocieron en un lugar donde casi no se cultivan amistades, sino más bien se aprende a sobrevivir. Juan Carlos Valdebenito y Elice Muñoz, compartieron casi dos décadas en el recinto penitenciario de Colina donde aparte de aprender un oficio, se hicieron amigos inseparables.

Ambos cumplieron su condena, así dan cuenta los papeles que sin dudar exhiben para explicar su situación “nosotros pagamos nuestra deuda con la sociedad, ahora pedimos humildemente una oportunidad para demostrar que cambiamos y podemos trabajar”, manifestó con voz quebrada Elice.

Actualmente, Juan Carlos y Elice, se encuentran desesperados “nosotros no somos personas de la calle, tenemos otros sueños queremos vivir en un lugar digno para comenzar a construir nuestro futuro, de hecho tenemos ahorrado 200 mil pesos para que cuando nos den la oportunidad de arrendar podemos pagar lo que corresponde, nosotros queremos hacer las cosas bien, la persona que nos ayude, de verdad, no se va a arrepentir”.

SU HISTORIA

Desde marzo de este año que Valdebenito y Muñoz están en Los Ángeles, ejerciendo su anhelada libertad condicional por lo que deben presentarse a firmar en el centro de detención penitenciara regularmente. Llegaron a la ciudad con la firme convicción de empezar de nuevo, de pedir ayuda y concretar un lugar donde vivir. Lo último se convirtió vital, sobre todo después que sus familiares decidieran no ayudarlos en ese sentido “no queremos acusar a nadie pero es mejor que emprendamos solos, ya que no tenemos apoyo de nuestros cercanos”, confidenció Juan Carlos.

La situación de salud de ambos es complicada, y debido a eso mismo tienen pensiones de invalidez que les permiten cierta solvencia económica. Ambos son enfermos crónicos, Elice tiene una afección cardíaca y Juan Carlos posee diversas patologías, sin embargo, los dos se cuidan toman sus medicamentos y se controlan en el Cesfam Nororiente.

Se sienten muy agradecidos de todos aquellos que los han ayudados “hay gente que nos ha tendido la mano, sólo nos falta encontrar un lugar digno para vivir”, sostienen.

QUIEREN EJERCER SU OFICIO

A pesar de la ayuda económica que les ofrecen sus respectivas pensiones, Elice relató que mientras estuvieron recluidos aprendieron a trabajar en madera y ambos son maestros mueblistas y que de ello pueden vivir.

“No podemos trabajar contratados en una empresa, porque si lo hacemos perdemos nuestro beneficio de pensión, pero tenemos nuestras manos buenas y sabemos trabajar la madera y eso es lo que queremos hacer” comentó Elice.

En el mismo tema Juan Carlos comentó “lo único que pedimos es una oportunidad, nada más, que alguien nos arriende un pedazo de sitio o casa que tenga un pedacito de patio para poder ejercer lo que nosotros aprendimos en la ‘universidad grande’ como se dice la palabra”.

Valdebenito y Muñoz se sienten agradecidos por la ayuda que han recibido “la municipalidad de Los Ángeles y la Gobernación de Biobío nos han apoyado tanto con materiales como con herramientas, un regalo que nosotros nunca pensamos que íbamos a obtener”, afirmó Valdebenito con lágrimas en los ojos.

Lo anterior lo cuentan porque cuando estuvieron en el recinto de Colina, trabajaban para “personas de fuera” mediante la unidad de asistencia social y consiguieron por ejemplo hacer mesones para un colegio y con las ganancias de eso se les permitió comprar materiales y herramientas “porque allá no nos pasaban nada, si queríamos trabajar en nuestro oficio teníamos que arreglarnos solos”. A pesar de esto, vuelven al mismo punto “donde no tenemos donde vivir, tenemos nuestras cosas desparramadas por todos lados”.

Los clientes llegan por dato, comentan. “Vecinos, amigos de los amigos se pasan el dato y nos llaman, trabajo no nos falta pero estamos desesperados por tener un lugar tranquilos donde tener todas nuestras herramientas y materiales”, comentó Elicer.

Aunque están contentos porque vendieron sus productos en la Feria de las Pulgas de Santiago Bueras y les fue excelente   “de todo lo que llevamos apenas nos volvimos con dos o tres cosas, el resto lo vendimos todo, a la gente le gustó mucho nuestro trabajo”, manifestó emocionado Juan Carlos.

OFRECIMIENTO SOLIDARIO

Una conversación cargada de emotividad y esperanza que finalizó con una expresión de solidaridad comprensible por las experiencias de vida a la que se sometieron “si alguna institución que ayuda a los demás (niños o ancianos) necesita que les restauremos muebles, lo podemos hacer sin cobrar, el tema es colaborar por toda la ayuda que nos han entregado a nosotros”.

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