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Violencia contra los profesionales de la salud: una realidad a la que Biobío no está ajena

por Sebastián Carrizo

El caso en Santiago de una médica que pasó la noche en prisión por forcejear con un familiar de un paciente que la increpaba por la
demora en exámenes, llevó a Diario La Tribuna a indagar en el escenario local.

Malos tratos, golpes y agresiones son pan de cada día para los funcionarios que trabajan en los centros de salud de la zona.

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El 31 de mayo, estando yo de turno, cercano a las 19:00, nos llama un médico de cirugía que había un paciente con complicación respiratoria. Estaba deteriorado y se aceptó a ese paciente en la UCI. Hubo que hacerle espacio para recibirlo. En eso nos llama una colega para pedirnos un monitor para poder trasladarlo. Como se estaban haciendo movimientos en la unidad, no teníamos mucho personal, así que le dije que yo le llevaría el monitor y luego nos devolvíamos las dos con el paciente, porque yo tenía que ingresarlo. Fui, lo conectamos, y ya nos veníamos, cuando siento que alguien me toma de la espalda, me agarra el brazo y me lo rota completo hacia adelante...

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Casos como el Bárbara Martínez Hurtado, enfermera clínica de la Unidad de Paciente Crítico del Complejo Asistencial Víctor Ríos Ruiz de Los Ángeles, no son aislados. Las narraciones parten de manera similar: en el desempeño de sus labores, cuando menos lo esperan, un paciente o un familiar de un paciente se abalanza sobre ellos y comienza a agredirlos verbal o físicamente. El tema volvió a salir a la palestra pública tras el caso de una médica que en Santiago forcejeó con un familiar que le reclamaba el retraso en un examen y debió pasar una noche en  prisión tras ser denunciado por la rotura de un teléfono celular en el intertanto.

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Para que no me generara una lesión, lo que hice fue arrodillarme para que no me quebrara el brazo. En eso, me agarró, me pateó en el suelo, me tiró contra la muralla y no me soltaba. Estuvimos cerca de diez minutos forcejeando hasta que un paramédico que estaba en otra sala escuchó los gritos y me ayudó. Llegaron cerca de seis o siete personas y lamentablemente le tuvieron que pegar al caballero para que me pudiera soltar. Me llevaron en una silla de ruedas a Urgencias para hacer las primeras atenciones y luego a la UCI para hacerme las atenciones y estar un poco más cómoda. Me tuvieron que dar Fentanilo para pasar el dolor y poder tratarme bien.

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Aunque la violencia en los lugares de trabajo no es un fenómeno nuevo, ni exclusivo de los establecimientos de salud, el contexto en el que los funcionarios de la salud realizan su labor contiene factores que aumentan el riesgo de agresiones por parte de los pacientes, sus parientes o personas que los acompañan. Por ello, el  Servicio de Salud Biobío, en razón de lo dispuesto por la Subsecretaría de Redes Asistenciales del Ministerio de Salud, conformó en enero de este año una mesa de seguridad local, luego de que durante 2018 la ciudadanía fue testigo de más de un centenar de agresiones sufridas por funcionarios de la salud. Esa mesa cuenta con numerosos actores, tanto dentro del Hospital como en las autoridades, y tiene como finalidad no solamente acompañar a los trabajadores que han tenido alguna experiencia de violencia sino también generar políticas de prevención y educación. Así podremos tener una mejor sociedad y una mejor salud, dijo el director del Servicio de Salud de Biobío, Rodrigo Sierra, a La Tribuna.

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Bárbara Martínez Hurtado.

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Estuve aproximadamente una semana hospitalizada, no me podían sacar los calmantes y no podían saber cuál era la lesión. Como esto no cedía, me hicieron radiografías, un scanner de hombro y una resonancia magnética. Finalmente era una inflamación del plexo braquial que no se había visto. Recién después de eso pude empezar con la terapia kinésica en la ACHS, aunque estuve una semana más hospitalizada. Dentro del año este era el primer hecho del que se había dejado constancia a Calidad de Vida. Eso era lo que yo quería, que el caso se supiera, que se conociera que nosotros estamos en riesgo. Nosotros cuando entramos al hospital estamos más expuestos a cosas que, por ejemplo, estando en la calle.

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La mesa de trabajo del Servicio de Salud busca, entre otros objetivos, llevar un registro pormenorizado de los eventos de violencia que se registren al interior de los recintos de salud de la provincia. Así, este año el conteo va en 24: 6 en el Hospital de Santa Bárbara, 1 en el de Los Ángeles, 3 en el de Yumbel y 14 en el Hospital de Mulchén. Los casos, por lo general, se repiten en la admisión del servicio de Urgencias, dentro de las ambulancias y en las salas de medicina, y abarcan a todo el espectro de las especialidades de salud: enfermería, técnicos, administrativos, personal de apoyo y médicos.

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Yo finalmente quedé con una bursitis crónica que causa mucho dolor. Eso será para toda la vida. Es una lesión que cuando una hace fuerza o hace un movimiento de rotación genera mucho dolor y lamentablemente eso es lo que uno hace en el trabajo. Después de los turnos llego a la casa con dolor. Pero no sólo es eso: También quedé con un trastorno del sueño crónico, en el que tengo que estar casi dopada para poder dormir tres horas.

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El miércoles pasado, la comisión de Constitución del Senado, presidida por el senador Felipe Harboe Bascuñán, aprobó en general el proyecto de ley, en segundo trámite constitucional, que modifica el Código Penal para establecer un tipo especial de lesiones y así penar a quien atente tanto contra los profesionales que presten servicios en establecimientos educacionales como los funcionarios de servicios de salud. La iniciativa, que además busca entregar una protección especial para estos trabajadores, al reconocer su estatus de autoridad, pasará a Sala de la Cámara Alta para iniciar su discusión en particular. El proyecto, según el senador, aumenta las penas cuando el delito ya se cometió pero lo que queremos es que el delito no se cometa. Por esa razón, hizo un llamado al Gobierno para que implemente un programa de protección, para así prevenir las agresiones hacia a los profesores, asistentes de educación, médicos y funcionarios de la salud.

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Nosotros lamentablemente normalizamos el abuso, normalizamos la agresión. Si te pega un paciente porque está descompensado para nosotros es normal, nos está pasando hace años. No queda una constancia de que a nosotros nos está pasando esto. Debido a esta lesión el hospital empezó a hacer más estudios. Gracias a la ayuda psicológica lo he podido superar de mejor manera.

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La iniciativa actual no es el único avance en cuanto a legislación y reglamentación existente. Un caso muy grave de 2016 sentó un precedente importante en la administración del Complejo Asistencial Víctor Ríos Ruiz. Una técnica en enfermería, Joanna Muñoz, que se desempeñaba en la UCI psiquiátrica del recinto, recibió duros golpes de parte de un paciente y quedó severamente comprometida la visión de su ojo derecho. Con el tiempo lo perdió y por un glaucoma que padece actualmente tiene solamente un 40% de visión en el izquierdo.

En esa oportunidad, cuenta Joanna Muñoz a La Tribuna, el caso pasó a tribunales y allí se falló a favor de la trabajadora. Además, se responsabilizó al entonces director del Hospital  como encargado de brindar seguridad a las personas que se desempeñan bajo su cargo.

A nadie lo pueden agredir en su trabajo, dice Joanna Muñoz. Tras perder la visión de su ojo derecho, la mujer fue jubilada por invalidez y actualmente busca alternativas para financiar la vida familiar, al mismo tiempo que continúa con su rehabilitación física y psicológica. Tiene un hijo en la universidad y otro de siete años.

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En el fondo uno se empieza a cuestionar por qué yo tengo que pasar esto y la persona que me agredió no está sufriendo las consecuencias que tengo yo en este momento. Estuve dos semanas inmovilizada, no me podía bañar ni vestir. Era incapaz de darle comida a mi hija. Uno se cuestiona por qué me tengo que sentir tan insegura en mi trabajo. Por eso yo aplacé tanto la vuelta. Traté dos o tres veces pero no podía: me daban ataques de pánico, crisis de angustia y finalmente el siquiatra me dijo que necesitaría cerca de un año para estabilizarme y que me empezaría a acostumbrar a dormir con medicamentos y eso es lo que está pasando ahora. Yo llegué a estar 25 días sin dormir, ni de día ni de noche.

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Nosotros tenemos una mesa de seguridad de los usuarios a los funcionarios. Nos vemos bastante afectados, porque sí ocurren. Estamos representando a los trabajadores como gremio, viendo cómo podemos ayudar a los trabajadores, contó a La Tribuna la presidenta nacional de la Fenats Histórica, Ada Iraira.

Una de los temas que tenemos es que las agresiones se dan por tiempo de espera. Nosotros tenemos una categorización, donde el paciente que viene tiene que ser evaluado por esa patología y recibir la atención. Muchas veces no es el paciente sino la gente que lo acompaña, que no entiende el sistema y se molesta. Nosotros entendemos esta molestia, pero debemos informar en qué casos la atención será rápida y en cuáles no, añadió Iraira.

Creemos que una vez que se instale esto, que se socialice, van a existir muchas más denuncias de los compañeros, completó.

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