Crónica Ciudadana

Vecina de Los Ángeles transforma su hogar en un tradicional espectáculo navideño

Lorena Díaz señala que se trata de una tradición que surgió hace más de 10 años y que año a año crece gracias a la ilusión de las visitas y las sonrisas de los niños de su barrio. Gigantescos viejos pascueros, cascanueces, renos y faroles forman parte del paisaje que llama la atención de los transeúntes.

Casa Navideña , La Tribuna
Casa Navideña / FUENTE: La Tribuna

En la Villa Montreal del sector sur de Los Ángeles, hay una casa que cada noviembre empieza a transformarse en un pequeño mundo navideño para todos los vecinos del sector.

Es la vivienda de Lorena Díaz, de 57 años, una mujer que, desde hace al menos una década, convirtió la decoración de Navidad en una tradición propia y en un regalo para todo su barrio.

"A mí me encanta la Navidad. Para mí es una fecha sagrada", dice entre risas. Y para cualquiera que pase por fuera de su hogar, la frase queda cortísima: gigantescos viejos pascueros, cascanueces de más de metro y medio, renos que parecen de verdad, faroles, luces y un muñeco de nieve instalado en lo más alto de su casa forman parte del paisaje que, año a año, llama la atención de niños, vecinos y transeúntes.

UNA TRADICIÓN QUE NACIÓ DE A POCO

El surgimiento de esta iniciativa no fue de un día para otro. Según comenta Lorena, partió de a poco, con un arbolito, "unos monitos" y un par de adornos que le daban color a su hogar. Pero la emoción que veía en sus hijas —cuando eran niñas— y actualmente en sus nietos se convirtió en un motor para seguir sumando cada vez más decoración.

Así, según relata, año a año sigue sumando más luces, variedad de adornos y mucho más color a su casa, la que incluso a principios de diciembre se roba todas las miradas.

Hoy, su colección es tan grande que necesita ayuda para instalarla. Comienza a mediados de noviembre —este año la instalación partió el pasado miércoles 19— y, por la gran cantidad de decoración, demora cerca de dos días en tener todo listo. Un joven del sector la apoya con las luces y las piezas más grandes, porque dice que "solita ya no puedo".

La inversión tampoco es menor. Lorena destina entre $200.000 y $300.000 al año solo para renovar parte de la decoración.

¿De dónde sale esa plata? De un trabajo muy particular que realiza desde hace años: "Yo quiebro el espanto", dice, refiriéndose a una práctica tradicional que ayuda a personas enfermas de su sector a aliviar molestias como vómitos, fiebre, diarreas o malestares generales. Producto de su labor, la gente le da aportes voluntarios... y ella guarda ese dinero todo el año en una colecta especial destinada para comprar adornos.

Entre tantas luces y adornos, surge la curiosidad: ¿cuánto será el gasto de electricidad entre tanto adorno? Para Lorena, es algo irrelevante. Dice que nunca se ha fijado en lo que gasta o utiliza, simplemente paga lo que debe y se queda con la satisfacción de una hermosa labor realizada para su comunidad.

"Para otras cosas puedo sentir que gasto, pero para la Navidad no. Eso es sagrado para mí", cuenta con orgullo.

NAVIDAD ADENTRO Y AFUERA

Su casa no solo se ilumina por fuera. Adentro, el espíritu navideño también se vive a fondo: cambia las fundas de las sillas, decora la mesa, adapta el baño y arma un ambiente completamente temático. "Es que a los niños les encanta, y verles la carita feliz es lo que más me llena", repite.

"Yo los dejo entrar y que recorran el lugar. Verlos felices es lo mejor para mí", asegura con convicción.

Aunque la familia hace la cena de Navidad en la casa de una de sus hijas, la de Lorena es igualmente un punto obligado del recorrido navideño del sector. Todos los días, desde que oscurece, enciende cada adorno. Los pascueros incluso tienen sensor de movimiento, así que muchos niños se paran al frente, aplauden y los ven cantar y moverse.

"No cobro nada por las fotos. Jamás. Si alguien quiere dar una propina, bien, yo la guardo para el próximo año. Pero esto es para los niños", aclara.

UN BARRIO QUE CUIDA Y ACOMPAÑA

Lorena vive hace 25 años en la Villa Montreal, donde asegura sentirse acompañada. Los vecinos la ayudan a cuidar los adornos, en especial cuando ella sale. "Acá todos saben que yo hago esto con cariño, y me ayudan harto", valora. 

La vecina deja un mensaje que repite con optimismo: "Ojalá más personas hagan esto. Es muy lindo ver la felicidad de los niños. Yo empecé con 'una pura cosita' no más. Si uno ahorra de a poquito, igual puede. La Navidad une, alegra y hace bien".

Por eso, un año más, como ya es tradición, su casa vuelve a encenderse y a convertirse en uno de esos rincones del barrio que alimentan la memoria colectiva, la infancia y la ilusión por una fiesta que va más allá de lo material. Una tradición simple, nacida del esfuerzo, pero también de un enorme cariño.

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