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La Tribuna

Constitución

por Prensa La Tribuna

Señora directora:

Constituciones

en América Latina: la boliviana de 2009 demoró varios años, hubo gran

conflictividad en el país, la redacción del primer artículo demoró un año, hubo

sesiones con custodia policial, en definitiva, un proceso caótico. A pesar del

esfuerzo constituyente reflejado en 411 artículos, poco tiempo después las

reelecciones presidenciales fueron motivo de conflicto constitucional y el

principio del fin de la era de Evo Morales.

La

Constitución venezolana de 1999 dispone, entre otras cosas, que los derechos

humanos tienen rango constitucional y ya sabemos los resultados de la reciente

visita a ese país de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Por

su parte, la Asamblea Constituyente venezolana de 2017, con 545 delegados, iba

a durar dos años y ahora, como mínimo, durará tres años y medio. La reciente

idea de Maduro, ante su desesperación económica, de privatizar el petróleo

mediante mecanismos irregulares, iría contra la Constitución y las leyes. ¿Le

solucionará el problema constitucional, al menos, su Asamblea

Constituyente?  

Una

buena forma de saber si una Constitución es adecuada es su duración. El mejor

ejemplo es la Constitución de Estados Unidos que surgió de la Convención Constitucional

de Filadelfia de 1787 y que ha tenido enmiendas, pero ha sobrevivido más de dos

siglos; el país se desarrolló y hoy es el líder mundial. La gestación estuvo a

cargo de 55 delegados, en su mayoría abogados, incluyendo entre sus miembros a

los padres fundadores, un grupo que era un dream team constitucional.

Una

eventual Convención Constitucional en Chile tendría 155 constituyentes a imagen

y semejanza de nuestra  Cámara de

Diputados. Al igual que en la Cámara, para pertenecer a ella no se necesitarán

conocimientos, sino votos, ayudados por factores de pertenencia a un partido,

género, origen, etc.

Parece

de sentido común una Convención con pocos constituyentes, seleccionando a los y

las mejores, y no una con 100 miembros más que la Convención de Filadelfia. Con

155 constituyentes, como en la Cámara de Diputados que la inspiró, la mayoría

serán solo costos y escaso aporte, confundidos entre los que harán el trabajo

real.

Mejor

sería una Convención pequeña, en la cual predominen los abogados y abogadas

constitucionalistas, con un grupo importante pero minoritario de gente común y

corriente, respetable por su sabiduría y no solo por ser personas conocidas en

otros campos. Pero esta Convención no es viable: no estaría a la misma altura

de las más recientes constituciones latinoamericanas.

José Luis

Hernández Vidal

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