Ayuda solidaria

Cada vez que suena una alarma de incendio y no nos encontramos en nuestro hogar, se aprieta el estómago porque inmediatamente  pensamos “ojalá no sea mi casa ni la de nadie conocido”.

Una tragedia que involucra al fuego trae consigo desolación y tristeza para todos lo que han tenido el infortunio de vivirla, además de la sensación de fragilidad que merma cualquier sentimiento de superación.

Así deben sentirse los damnificados por el incendio que afectó a nueve viviendas del sector sur de Los Ángeles. Ahora sólo queda ayudar a esas familias para que puedan reconstruir no tan solo sus casas, sino también sus vidas.

Hay que entender que las llamas se llevaron también su seguridad, su felicidad y su hogar; hoy por hoy necesitan toda clase de apoyos, desde los anímicos hasta los monetarios. Cada ayuda es como un ladrillo que cimienta su nueva vida, la que lentamente debe alejarse del temor de volver a perderlo todo.

Los angelinos nos hemos caracterizado por ser solidarios, así que llegó la hora de ayudar. Todo sirve, pues no hay que olvidar que ellos se quedaron con lo puesto; allí se perdieron desde enseres hasta juguetes.

A ponerse la mano en el corazón y en el bolsillo y vayamos a ayudar a nuestros vecinos que tanto lo necesitan.