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La Tribuna

Unidos jamás serán vencidos

por Leslia Jorquera

Sebastián Díaz Sandoval, jefe de Prensa Diario La Tribuna.

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La sociedad chilena se ha caracterizado por la acción y reacción, constantemente son los movimientos sociales los que han sacado a flote el país y lo han llevado a los grandes cambios.

La movilización pingüina el 2006 y 2011 marcó precedentes en cuanto a ello.

La lucha por mejoras en el sistema educativo nacional, la derogación de una ley –Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza-, o incluso la educación gratuita ha sido sólo lo más destacado en un movimiento que tomó una fuerza increíble y que simplemente paralizó a todo un país con estudiantes que exigían sus derechos, el simple derecho a una educación digna, de calidad y gratuita.

Pero no todo fue tan fácil, fueron meses de lucha incansable contra viento y marea, la represión del Estado y la poca voluntad de las autoridades. Pese a que no se logró llegar a acuerdo por el petitorio completo, las mejoras han cambiado el país para llegar a reformas que poco a poco dignifican a los estudiantes y aseguran la equidad de oportunidades.

Eran más de 100 mil estudiantes de enseñanza media y superior que salían a las calles para luchar por sus derechos.

Durante la semana recién pasada, guardando proporciones, en Los Ángeles se vivía un panorama similar. En esta ocasión no era la Confederación de Estudiantes de Chile quienes protestaban sino que algo más recatado, pero no por eso menos importante: alumnos del Colegio Inglés Woodland.

Sus demandas eran mucho más simples y de índole interno. Los problemas al interior del recinto ya no daban para más: -según padres y apoderados- sin sala de computación, rotación de profesores en los cursos, el supuesto despido de un inspector y por último y lo más importante, la casi nula relación con el director del establecimiento.

Todo comenzó la mañana del martes, cuando decenas de alumnos se apostaron a la entrada del colegio exigiendo sus demandas. Paulatinamente comenzaron a hacer “ruido” y ya avanzado el día, la ciudad completa sabía lo que acontecía en calle Almirante Latorre.

Al día siguiente el panorama comenzó a cambiar, luego de no haber una respuesta por parte del director, el ambiente no era el más óptimo debido a que los estudiantes no dieron su brazo a torcer y siguieron adelante con todo, pero no sería fácil. En horas de la mañana los propios alumnos denunciaban amenazas y hostigamientos de parte de funcionarios del establecimiento, esto por continuar con la paralización.

Pese a todo siguieron adelante y lograron llegar a acuerdo en algunas demandas del petitorio. Nuevamente la historia se repite, los movimientos sociales son los que provocan cambios.

El panorama en Los Ángeles podría cambiar, pero ojo, esto no fue una movilización por perder clases, hay un contexto y una molestia que padres, apoderados y alumnos debieron tragarse durante meses.

Lo que ocurrió en el Colegio Woodland es un ejemplo no sólo para esa comunidad, sino también para la ciudad y la provincia, y es que con unidad se logra derribar cualquier injusticia.

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