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La Tribuna

La tolerancia al robo ha impregnado a la sociedad

por Leslia Jorquera

 Si mantenemos nuestro silencio y dejamos que las cosas sigan pasando, sin hacer nada para cambiarlo, no podemos quejarnos que se perpetúe y se normalice una conducta detestable para todos.

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Ya la forma en que América fue conquistada fue un robo. Eso lo sabemos perfectamente. Nosotros ya no tenemos la culpa de aquello, pero si podemos ser diferentes.

La delincuencia, se ha tomado cada sector de la sociedad. Hay quienes se dedican al robo por necesidad o por ambición, pero en ambos casos la respuesta es simple: obtener dividendos económicos, sin esfuerzo y sin castigo, esto último a menos que sean descubiertos.

El gran problema es que la inoperancia estatal y social para enfrentar la situación. Se ha generado un nivel de tolerancia al robo que ha calado en lo más profundo de nuestra sociedad.

Hoy vemos que hay partidos políticos que han robado o han sido financiados con dineros de la corrupción y la sociedad continúa votando por ellos. Tolerancia.

Hemos tenido que comenzar a gastar importantes sumas en transformar nuestras casas en verdaderas cárceles para que los delincuentes no las traspasen. Tolerancia.

Se ha perdido la confianza en las investigaciones policiales porque no quedan en nada, por lo tanto, se denuncia menos. Tolerancia.

Incluso hemos soportado sin quejarnos que la institución que tiene por objeto proteger a los ciudadanos se robe descaradamente los dineros y, preferimos hacer memes y chistes que enfrentar el problema para eliminarlo de raíz. Tolerancia.

La razón de que Chile sea Chile, es que en este territorio necesitamos organizarnos como personas. Por ello el Presidente, los jueces y parlamentarios. Pero si permitimos continuar tolerando que nuestros derechos sean vulnerados, extinguiremos esta sociedad o los valores que la construyen.

Diariamente, convivimos con seres humanos que han encontrado en el camino fácil, la solución a sus problemas, pero comportarnos como cómplices al aguantar que sea así, también nos da cierta responsabilidad.

Ni los políticos son todos ladrones, ni los carabineros todos corruptos, ni tampoco las personas que viven en sectores de alto riesgo son narcotraficantes. No cabe duda que los ciudadanos honestos son una mayoría, por lo tanto, todavía hay esperanza en que esta utopía, se transforme en una realidad.

Sin embargo, si mantenemos nuestro silencio y dejamos que las cosas sigan pasando, sin hacer nada para cambiarlo, no podemos quejarnos que se perpetúe y se normalice una conducta detestable para todos.

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