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La Tribuna

Erich Zenteno Villagrán: el humilde camino de un bonsaista inspirado en Karate Kid

por Gonzalo Meller

En varias oportunidades lo hemos visto en distintas exposiciones y demostraciones en la provincia de Biobío, pero pocos saben la verdadera pasión y el sentido entre la unión del hombre, la tierra y la divinidad del cielo que se esconde tras las obras del artista de Laja.

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En un sector Las Playas de Laja, vive Erich Raúl Zenteno Villagrán, quien construyó con sus propias manos su hogar y hoy, se encuentra edificando un impresionante proyecto que tiene como protagonistas a los bonsáis. Esta especie de museo y/o parque, sería uno de sus mayores logros de toda una vida dedicada al arte de los coloquialmente conocidos como “arbolitos pequeños”, ya que el artista afirmó que realmente son representaciones de la naturaleza como una obra de arte viviente.

Hay que destacar la tranquilidad que produce su hogar: el agua de una vertiente, los peces koi nadando en la pileta y, sobre todo estas cientas de pequeñas obras naturales que adornan las inmediaciones de su hogar.

LO QUE DETONÓ EL ARTE

Erich fue marcado por la película Karate Kid cuando vio al sabio señor Miyagi trabajando en un bonsái con Daniel San en el fondo.

Esta idea persistió en su mente, hasta que más adelante logró dar vida a sus primeras creaciones iniciando junto a ellas y aprendiendo del oficio.

“El bonsái para mí es mi todo después de la familia”, indicó.

Hoy sus manos moldean verdaderas esculturas vivientes y sólo espera enseñar a las futuras generaciones sobre la disciplina.

LA SENDA DEL VIRTUOSO

Erich nació el 6 de julio de 1975 en Puerto Montt, sus padres son Gladys Villagrán y Dagoberto Zenteno, quienes se separaron cuando él era pequeño.

“Fue difícil en mi vida la separación de mis viejos, pero me antepuse a la situación”, indicó.

Luego se trasladaron a Curacautín donde realizó su enseñanza básica para luego ir a Laja a terminar sus estudios en el Liceo A-66.

“He sido bien gitano. He estado en hartos lugares.”, señaló.

El hombre confesó que por errores en su juventud no continuó sus estudios, por lo que sólo se dedicó a trabajar.

Dos años de su vida desempeñó funciones en paradas de planta de la CMPC.

“Una gran parte de las generaciones terminan trabajando en la papelera y especializándose en distintas áreas respecto al mantenimiento industrial, pero yo sabía que ese no era mi camino”, aseguró.

Luego se fue a vivir a Concepción para trabajar durante 18 años en el área de publicidad con su padre. La capital regional es el lugar conoció el arte del bonsái.

UN BONSAISTA DE CORAZÓN

Erich se considera una persona autodidacta, ya que aparte del bonsái se dedica a la artesanía en madera rústica, con raíces, entre otras cosas.

Su gusto por moldear la naturaleza comenzó cuando tenía 12 años. En esa edad se estrenó la película Karate Kid, donde los vio por primera vez y quedó enamorado de aquellas representaciones de la naturaleza.

“Esa película en aquellos años donde nadie conocía los bonsáis fue un referente de muchos a nivel mundial y me quedó guardado en la retina para siempre”, señaló.  

Con el correr de sus años, cuando tenía 33, su padre siempre lo invitaba a cursos para adultos mayores que se realizaba en la UdeC. Erich siempre se negó pero un día le dijo: “cuando haya un curso de bonsái ahí sí que te ‘aperro’”.

Hasta que finalmente, un día llegó un bonsaista a Concepción, abrió una tienda e impartió cursos a los que asistió.

Pese a que su primera experiencia no fue positiva, por lo nefasto del maestro tanto psicológica como espiritualmente –según explicó- , el amor por la naturaleza y seguir perfeccionándose en el arte fue superior, por lo que decidió seguir por cuenta propia.

UN ESTILO DE VIDA

De lleno a los bonsáis, Erich los definió -para la comprensión de la mayoría -como un árbol pequeño que se lleva a cabo a través de la técnica, paciencia y estilos.

“No es algo genético, no nace de una semilla, es algo que se va formando, un trabajo de años”, indicó.

El hombre relató que en sus primeros 5 años de práctica trabajaba sus arbolitos con mucho menos información de la que se dispone hoy en día.

“Hoy todos tenemos acceso a este arte oriental milenario”, aseveró.

Por otra parte señaló que lo más difícil es el cultivo, pero una vez informándose y entendiendo que ahí parte el futuro de un bonsái, se hace más fácil.

También contó que se está dedicando al trabajo tiempo completo, ya que todos los días se levanta, se hace un café y va a ver cómo están sus árboles, a cuál le falta agua, cuáles están en época de poda.

“Más que la manipulación es la observación, porque las manipulaciones van por etapas” señaló.

Erich confesó que le dan tranquilidad, ya que a diferencia de una pintura o escultura, estos son un arte viviente, que entrega energía y se logra aprender a través de la constancia y la paciencia.

Sin embargo, lo más difícil que le ha tocado enfrentar en el rubro, es tener que lidiar con el ego de otros bonsaistas.

“No hablo de todos, hablo de un pequeño grupo de ellos que el ego les gana”, indicó.

Erich señaló que aquel grupo a medida que van aprendiendo, les va creciendo la soberbia. Pese a ello, hay otros que tienen la línea de la humildad, de compartir conocimiento y apoyar, siempre con la disposición absoluta de masificar este hermoso arte.

“Es difundir algo que a uno le apasiona”, recalcó.

SU PROYECTO

Erich indicó que al principio este arte era su hobbie. Sin embargo, hace cuatro años y medio comenzó a comercializarlo y decidió abrir un espacio abierto al público en Laja, donde la gente pueda encontrar estos arbolitos.

Su idea es que asistan planes turísticos, entidades, adultos mayores, niños de escuela, es decir, que nadie quede ajeno a ello. Pero no sólo para la provincia, sino que también para toda la región.

“Cada vez hay más gente que le gusta este tema, no hay edades, no hay sexo. A todos les llama la atención y quieren saber”, afirmó.

También expone en ferias artesanales, exposiciones de malls, donde ve que la gente quiere interiorizarse respecto al arte del bonsái.

El profesional indicó que su proyecto está fijado para que se concrete en un año, pero cree que finalmente se hará en dos por un tema de recursos.

“Si yo tuviera poder adquisitivo esto ya habría estado funcionando”, señaló.

Varias entidades y autoridades se han acercado y calificado al lugar como “un buen proyecto” porque es un aporte a la comuna, pero no se ha llegado a nada concreto.

Pese a ello, Erich no pierde la esperanza. “Yo soy perseverante, esto se va a lograr y va a llegar el momento que se va a abrir al público. Nos ha costado, ha sido de harto esfuerzo, pero el que quiere puede”, aseguró.

BONSÁI Y ROCK

Erich comparte su pasión con otro arte, que es la música. Le encanta la música rock metal, desde los 25 años que la escucha.

También colecciona vinilos, tiene cerca de 600 cassettes, además de CD y MP3.

Muchos consideran que es una contradicción que escuche ese estilo de música y se dedique a los bonsáis. Sin embargo, para él es algo que se puede complementar y son compatibles.

“Estoy en cuatro grupos de WhatsApp del rubro y me he encontrado con varios metaleros bonsaistas de Argentina, Guatemala, que incluso son referentes”, indicó.

SU FAMILIA

Erich se consideró una persona que le gusta el tema familiar. Lleva 18 años con su pareja y juntos tienen una niña de 12 años.

Pese a que no han firmado un papel, él asegura que está casado, puesto que considera que un documento no tiene validez en el tiempo.

Ellos se conocieron cuando eran jóvenes y desde ahí que siguen juntos. “Yo era un chascón metalero y a mi señora le gustaba el rock”, indicó.

El hombre comentó que al principio, su pareja no tomaba muy en serio el mundo del bonsái, pero hoy entiende muchas cosas e incluso, cuando él no está, ella toma el timón del cultivo.

“SON COMO HIJOS”

Para Erich, los bonsáis son sus hijos. Son un orgullo cuando se ve su evolución a través de los años.

“Es una satisfacción enorme ver lo que puedes lograr con constancia, siendo metódico, respetando tecnicismos e instruyéndote de cada especie”, indicó.

Tal como en una familia, hay pérdidas de piezas que son difíciles de enfrentar. Y eso es porque jamás va a existir un bonsái igual al otro.

“Afecta cuando se pierde una pieza, independiente de que tenga 50 años a un año, tiene el mismo dolor”, aseveró.

Respecto a su proyección a futuro, este apasionado indicó que se ve viejo, con barba, canoso, enseñando este arte y disfrutando de la evolución de sus árboles.

“Espero que este esfuerzo y constancia se concrete y poder enseñar a las generaciones que quieran aprender este arte tan lindo, tan apasionante”, finalizó.

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